Pero en
las formas de la danza encontramos antecedentes como en el relato recogido por Fals Borda, en el capítulo "Los embrujos del Sinú" del último tomo
de su libro
“Historia Doble de la Costa”... “continuó relatando niña Juana: nos alcanzaba el tiempo para poner también un fandango no cantao’ que
llamamos paseao’, no sólo porque se llevaba caminando por las calles sino porque
los bailadores eran más numerosos que el cantao’
y se organizaban al tiempo unos tras otros en
ruedas u olas, dando vueltas en una plaza con
velas alrededor
del conjunto de
músicos. Estos tocaban bombo a porrazo, guaches y
dos clases de pitos de los indios: el de cabeza de cera (gaita)
y uno "atravesao" llamado cumbia
millo”.
Este
testimonio es interesante porque describe el desarrollo coreográfico
del fandango actual, que se realiza en sucesivas ruedas de
parejas, con velas alrededor de la banda de músicos.
En
cambio, en el instrumental aparecieron dos tipos
de porro: el Porro
Tapao’ Sabanero, surgido en Carmen de Bolívar en el año 1850 y que fuera
llevado durante el decenio de 1860 desde el Carmen a Corozal y las sabanas a través de
Chinú, Purísima, Lorica, Sabanal y Ciénaga de Oro; además, el Porro Palítiao’ Pelayero, que según la
investigación de Fals Borda se inició como aire
auténtico en 1902, en San Pelayo, detrás de la iglesia del pueblo,
ejecutado debajo de
un árbol de totumo.
En un
artículo sobre tradiciones de Córdoba se encontró
que el Porro Pelayero tiene básicamente
dos partes: el porro en sí y la boza, que se repiten dos o tres veces cada vez que
se ejecuta la misma obra. En su estructura, el "porro en sí" es un diálogo musical que se establece
en tres trompetas que preguntan y clarinetes y bombardinos que responden, mientras que en la boza se suspende el diálogo, callan las trompetas y el bombo se golpea con
el mango de la porra
en una tablilla que está en la parte superior
de éste; los clarinetes, siguiendo una idea musical preestablecida, improvisan un discurso
musical adornado con figuras que tejen los bombardinos.