Finalmente llegó el siglo XXI, siglo de grandes cambios. Se han cambiado las frutas por los perros calientes, los teléfonos públicos por el celular y los juegos de vecindario por las redes sociales. Otro gran
cambio se ha dado en el mundo socioeconómico de los colombianos: Se ha cambiado el burro por la moto.
Para el año 2010, aproximadamente el 20% de los hogares colombianos tenían una moto. En las zonas rurales, la cifra asciende al 16%. Según la ENDS 2010. (Encuesta Nacional de Demografía y Salud).
Tener una motocicleta resulta económico y práctico para un hogar, sobre todo, en las zonas rurales alejadas y con problemas de transporte. El desplazamiento forzado, el desempleo, la facilidad para adquirirlas y el aumento de la oferta de éstas influyeron en el aumento de este indicador.
“Es un caos! Por las calles no se puede ni caminar tranquilo” frases como estas se escuchan en calles y plazas de municipios y ciudades.
En los montes de María por ejemplo, los campesinos que dejaron sus tierras por fenómenos como la violencia y el desplazamiento, los hombres jóvenes en edad productiva, han cambiado el azadón, la siembra y el burro; por conducir motos a altas velocidades en los cascos urbanos, aprendiendo en 7 días el oficio en las escuelas callejeras, improvisadas y clandestinas con maestros poco probos.
Los montes de María, escenario de aconteceres violentos, han sido transformados en sus diversos espacios, en sus creencias, sus rituales, sus costumbres, sus prácticas sociales y sus territorios. Antes por ejemplo, se repartía leche en burro o bicicleta, ahora comprar una moto para mejorar la movilidad en el reparto se convierte en una necesidad sentida. Gastar menos tiempo para llegar al sitio de entrega, o de la parcela a la carretera, son las nuevas preocupaciones de los campesinos que han dejado de buscar monte para dar de comer a su bestia, para buscar desesperadamente la estación de gasolina más cercana, antes de quedar sin combustible.
Y es que este fenómeno socio laboral bien podría llamarse el “fenómeno del aumento”: Aumento de concesionarios de moto, aumento de créditos para motos, aumento de negocios de cascos y chalecos, aumento de talleres para moto, aumento de mecánicos para moto, aumento de almacenes de repuestos, lubricantes y lujos para moto, aumento de lavaderos, montallantas, de restaurantes de barrio, de consumo de gasolina para motos, de escuelas de enseñanza para motos, de matriculas, licencias y pago de impuestos para motos, pero también aumento de accidentes, de tráfico vehicular, de la inseguridad y el sicariato, sin dejar de mencionar el aumento de ventas de pomadas para quemaduras por mofle y de “madrazos” entre conductores.
Las herramientas del campo, la semilla, y el uso de animales como el burro han sido elementos marginados por la civilización y el desarrollo tecnológico, quedando atrapados por el uso masivo de las motos.
En montes de María y seguramente en otras zonas del país, la sociedad rural está siendo olvidada por la creciente urbe, por la mecanización del trasporte y las comunicaciones, y mucho mas olvidada debido a la falta de programas que permitan la adaptabilidad y la reducción de la vulnerabilidad frente a estos efectos. Esperemos que algo pueda hacerse aún, para rescatar el campo e invertir en lo rural en la apuesta por un desarrollo sostenible, de otra forma; pronto podremos ver a Juan Valdez con una moto subiendo las colinas empinadas del Quindío, o al niño Dios, y sus padres acompañados de una Auteco, bajo el palmar del pesebre.