Por AQUILINO LONDOÑO SERRANO
Hace unos años hice un comentario respecto a la evolución social de los gustos musicales, tomando como referente los pueblos antioqueños donde el tango y la música de carrilera, cuyos principales exponentes eran Gardel y las hermanitas Calle, era lo que uno escuchaba en boca de campesinos y pueblerinos paisas que los repetían durante sus faenas después de noches de rumba y bohemia. Dicha música fue escalando y rompiendo estratos hasta llegar a los más exclusivos sitios de la sociedad en la capital montañera. Con todo lo arrabalera una y montañera otra, esta música se posesionó, sobre todo en Medellín. El tango impulsado por la muerte de Gardel en esta ciudad y la carrilera, hoy popular, contagió a todo el país con una avalancha de compositores e intérpretes para todos los gustos y todas las edades. Antes, tanto una como otra eran patrimonio de los mayores, sobre todo la carrilera que al calor del tapetusa y el arria de mulas alegraba los momentos de descanso en las fondas camineras.
Pero como para todo hay gente en este país y en el mundo, llegó a nosotros la degeneración del reggae, cadencioso y agradable ritmo jamaiquino cuyo híbrido comenzó a gestarse en la década de los 80 al surgir el regué en español en Panamá y que luego se extendió a Puerto Rico desde donde se catapultó a Sur América y Colombia, sacando de caderazo otro ruido criollo como es la champeta. Solo bastó agregarle un "ton" a regue (reguetón) y un repetido "pata punch, pata punch" al ritmo, y esto según los entendidos dizque se llama música. Otra cosa muy diferente pensaba uno de los más insignes compositores de música colombiana como fue el maestro José A. Morales.
Pero como entre gustos no hay disgustos, este es el boom comercial del momento casi que a nivel mundial, con un excelente 'marketing' y ventas millonarias que a la postre es lo que interesa a los creadores y manejadores de artistas. Pero la gran diferencia radica en que las verdaderas composiciones musicales con letra, poesía y música agradable perduran en el tiempo y nadie les quita lo bailao, pero el reguetón es como las baterías de carro: dura menos del año. Yo respeto mucho los gustos ajenos, pero este no lo comparto.
Aprovechando el centenario de otro gran maestro de la música colombiana como lo fue el maestro Lucho Bermúdez, no podemos comparar una composición suya como Carmen de Bolívar, con una composición de estas, si es que se le puede llamar así, llena de una sarta de incoherencias acompañadas por un ruido y movimientos acrobáticos del intérprete, en el que se destaca un muy buen ejercicio aeróbico y una rítmica agarrada de pelotas, al mejor estilo de Silvestre Dangond, pero esta vez en propio cuerpo del cantante.
PD: Viendo los comentarios de la visita del Presidente a Ayapel, sorprende que el gobierno de la prosperidad democrática utilice su posición dominante para retirar una pancarta que le incomoda porque le dice la verdad y no haga nada por quitar el agua que incomoda a este rico municipio por cerca de dos años.