La primera manifestación de descontento se expresó desde la tarde del lunes cuando unas 1.500 personas decidieron apostarse sobre la carretera que une a la costa con el interior del país, el taponamiento se prolongó hasta la media noche cuando el Esmad, utilizando gases lacrimógenos dispersó a la multitud que luego arremetió contra varios establecimientos comerciales.
El jueves en la mañana hombres, mujeres y niños se dedicaron a buscar el líquido para calmar la sed, tarea difícil por estos días de verano. “Es más fácil encontrar gasolina que agua potable” dijo Hortensia Trujillo, una habitante del barrio La Popa que galón en mano indagaba por un lugar donde hallar agua, aunque fuera de las represas en las que bebe el ganado.
La sed seguía arreciando entre los 70 mil habitantes que tiene El Carmen, y las caravanas de carretas llenas de pimpinas vacías pasaban como taxis en metrópolis. Hasta que un humo negro se observó en el espacio, anunciando que había otro bloqueo, pero algunos no acudieron y prefirieron seguir buscando una venta del líquido vital.
Esther Ibáñez, fue enterada que en la finca de Luis Llerena vendían agua de represa a 300 pesos la pimpina y de inmediato se dirigió al lugar, a las afuera del pueblo. Allí se encontró con un enjambre de carretas y pimpinas que se peleaban el turno, pero antes de llenar sus 10 recipientes que cargaba tuvo que cancelar 3 mil pesos al hombre que actúa como taquillero.
Al caer la noche se escucharon las primeras explosiones de los gases lanzados por la Policía y se vio la gente correr por distintas calles dejando a su paso daños contra establecimientos comerciales y el saqueo a algunos vehículos que estaban atajados por el bloqueo de la vía.
En el hospital local, empezaron a llegar los primeros heridos, la mayoría civiles y algunos uniformados, entre ellos el policía que se salvó porque el disparo le pegó en el celular que tenía en el pecho. Al comando policial llegaban los detenidos, mientras los enfrentamientos iban cambiando de lugar. Así transcurrió la mayor parte de la noche, pero el viernes, la sed no dio tregua y continuó haciendo estragos en cada uno de los carmeros.
Volvieron los disturbios en distintas partes del pueblo y se hicieron más fuertes cuando la gente se enteró que un carrotanque llevaba agua en una cisterna utilizada para transportar combustible estaba sucia con gasolina y debió derramar el líquido para evitar una tragedia. El alcalde Francisco Vega, dice que no está de acuerdo con las acciones de hecho, pero considera que los reclamos de la gente son justos.
Por Jaime Vides Feria